Arquitectura contra el cambio climático: El edificio limpio. Publicado por Javier Dufour el 20 Noviembre, 2009 Comentarios (5)
El economista americano Jeremy Rifkin, fiel defensor de la “Economía del Hidrógeno” y por tanto del uso de energías limpias, urge a implantar en los edificios varios de los pilares de la tercera revolución industrial. Se trata de utilizar energías que no contaminen como la solar, eólica, geotérmica, etc.
Según palabras textuales de Rifkin “esta nueva era limpia nos salvará del fin de la civilización tal y como la entendemos”. Palabras que a priori resultan impactantes pero cuyo mensaje nos tiene que hacer recapacitar aún más si cabe, sobre el uso de energías limpias.
Para llevar a cabo su idea tiene un ayudante español. Se trata de Enric Ruiz-Geli, arquitecto catalán al que Rifkin ha puesto al frente de un grupo de 14 arquitectos internacionales interesados en promover edificios de cero emisiones.
Ruiz-Geli explica cómo lograr una comunidad de vecinos limpia. Sabiendo que cada piso consume unos 4000 vatios de promedio, la primera medida es poner freno al despilfarro, instalando aislantes térmicos y dotando de inteligencia a las redes de distribución eléctrica. En el dominio de los revestimientos, lo último son las dobles pieles de etileno tetrafluoroetileno (ETFE), una especie de teflón transparente que permite integrar placas fotovoltaicas en los cristales de las ventanas. Sólo con estos retoques se habrá bajado el consumo de energía en un 50%.
“La otra mitad la tiene que producir el propio edificio, no una central situada fuera de nuestras ciudades, como ocurre hasta ahora”, subraya el arquitecto.
Para conseguir ese objetivo, se pueden aprovechar las azoteas de los edificios, y así instalar jardines empleando plantación crasa (ficus), que consume muy poca agua y devora CO2.
Después, hay que emplearse a fondo en las energías limpias. Toda pared opaca o superficie de cristal es susceptible de alojar placas fotovoltaicas.
En las azoteas, además de los jardines mencionados anteriormente, se pueden instalar molinos urbanos que funcionan con una mínima brisa y producen 2000 vatios cada uno, la mitad de la energía necesaria. Habría un molino por vecino.
Del cielo de la azotea al subsuelo. El agua de la red descendería y subiría caliente para su uso. Es suficiente que circule 10 metros bajo tierra para ganar 15ºC. Resulta más fácil caldear las viviendas partiendo de esos 15 grados que de cero.
“Cualquier parking puede funcionar como un lugar de geotermia” dice Ruiz-Geli.
Para no perder ni un vatio, es imprescindible contar con un sistema de almacenamiento para momentos en los que no haya sol ni corra el aire. Lo óptimo sería la batería de hidrógeno, que recoge la electricidad producida por molinos y placas fotovoltaicas. Para obtener hidrógeno a partir de la electricidad haría falta hacerse con un electrolizador que por electrólisis rompiera la molécula de agua.
En el garaje, a partir de estos depósitos de hidrógeno, se podrían recargar los vehículos eléctricos que funcionaran con este combustible.
Para el control de todo este sistema, habrá que echar mano de los robots sociales, que nos irán haciendo tomar conciencia de lo que consumimos.
Un aperitivo de estos dispositivos ya se está sirviendo en edificios alemanes. A la entrada, unos paneles hacen visible el tráfico de energía del edificio, para que la ciudadanía tome conciencia.
El problema de todo lo anteriormente expuesto se traduce en dinero. Implantar todo estos sistemas en un edificio de nueva construcción encarece el presupuesto un 15%.
Auge de arquitectura verde en España
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